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Mostrando entradas de enero, 2013

Nuri y el amor.

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Mi vida amorosa está a medio camino entre el diario de Bridget Jones y una mala teleserie venezolana. A mi precocidad con las letras, se sumó un pronto despertar en asuntos de amoríos. A los trece me enamoré perdidamente de un chico de dieciséis, con fama de rompecorazones. Él me dio mi primer beso. Aún recuerdo mi espanto cuando el beso se transformó en un morreo en toda regla. Horrorizada, y temiendo por mi vida por la falta de aire, mi cabeza repasaba la poca información de mis archivos catalogados en el apartado de sexo. Me pasé años colgada de ese imberbe, que me usaba cual clinex dejado en el bolsillo de la bata. Pasé mis años de adolescencia, luchando por encontrar a la persona que me viera antes de ver mis enormes protuberancias mamarias. Hubo quien me llegó a querer de verdad... pero en esas ocasiones, mi rebelde coranzoncito ya se había fijado en el próximo que me haría llorar por las noches. El padre de mi hijo fue un bálsamo de aceite en una época dónde había determin

El señor Nistal

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El señor Nistal era el pilar que soportaba los cimientos de casa. El encofrador que asegura una buena construcción. El suelo firme y el techo que protege de la madre naturaleza. Albañil de profesión, nunca le oí quejarse del duro trabajo que ejercía. Recuerdo de niña, recorrer Barcelona en aquel Renault 12, mientras mi padre, cual guia turístico, ennumeraba los edificios en los que había trabajado, como uno de los primeros gruistas allá por los sesenta. Recuerdo su orgullo y mi admiración. Era una enciclopedia andante. Siempre tenia respuestas, y si no las conocía, las buscaba hasta encontrarlas. Por casa pasaban familiares, amigos, vecinos... en busca de Amador. Si necesitaban hacer una gestión y desconocían el proceso, papá les guiaba por caminos burocráticos como el mejor de los asesores (yo alucinaba de qué papá supiera de tantas cosas, trabajando como trabajaba de sol a sol). El señor Nistal me compró mi primera colección de libros, y la segunda y la tercera... Me regaló los

Dones genéticos

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Mi expediente academico habla de dos dones, que me fueron concedidos por el mero hecho de apellidarme Nistal. Una facilidad innata para asimilar la información que se daba en clase, ahorrándome horas de estudio. En los días previos a los exámenes finales, mis compañeras se dejaban los codos frente a los libros, mientras yo me dedicaba a leer novelas y la mítica Superpop. Las notas no bajaban del notable alto y los sobresalientes en matemáticas, literatura y sociales, disculpaban una actitud, no muy acorde con el catolicismo impuesto en el centro, al que me dedicaba a desafiar continuamente. Recuerdo a la Madre Josefina en su despacho diciéndome: -Nistal, si sus notas reflejasen su actitud, la expulsaría una semana. No me obligue a ello. Gracias a una buena herencia genética, terminé mis estudios sin conocer el esfuerzo. Y gracias a mi actitud, nunca soporté el peso del cartel de "empollona". Mi segundo don que se intuye al leer los informes trimestrales, es mi incapaci

Los Reyes Magos existen!

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Yo, que a los cinco años descubrí el engaño que se escondía, tras la noche del cinco de enero, hoy me declaro la crédula más devota, de esos tres señores barbudos que montan en camello. De niña, no me cuadraba que esos enormes rumiantes con joroba, pudiesen aterrizar en el balcón de casa, teniendo en cuenta, que entonces vivía en un cuarto! El papel de regalo se parecía, sospechosamente, al mismo que había visto días antes en el cuarto de la plancha, y el pan dejado la noche anterior, desaparecía sin dejar migas en el plato... Mis padres nunca tuvieron en cuenta lo puñeteramente perspicaz que era su hija menor. La magia no estaba hecha para mi. Mientras mis amigas se embobaban frente al televisor viendo a David Blaine, doblando cucharas, yo me aburría soberanamente, sabiendo que detrás de todo sólo hay un buen truco. Pero siempre creí en Campanilla... “Si quieres volar, sólo tienes que pensar en cosas alegres” . Y ésto , aderezado con cinco interminables meses, de hacer de la búsq

Bienvenida al 2013

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Siguiendo el curso de los últimos meses del 2012, decidí terminar el año reinventando esa noche. Rompí con tradiciones familiares, asumiendo las consecuencias que se derivaron de tamaña valentía, y despedí ese fatídico año laboral, con amigos practicamente estrenados (no por ello menos importantes...), y la persona que, con paciencia, ha teñido mis días grises con todo el abanico del pantone. Brindé por las nuevas oportunidades, que empiezan a ser una rutina en mi vida, por la ilusión aún presente, por lo que me deparará el nuevo año, por el primer beso recibido, por la voz aguda al otro lado del teléfono, deseando a su mamá feliz año... Puedo decir que fue una buena noche, que las ausencias no se compensaron, pero fueron más llevaderas que otros años. Pues bien, el día dos, mi cuerpo de treinta y tantos, me recordó que ya no es una buena idea enfundarse en un minivestido, en pleno invierno, por mucho fin de año que sea. Si existiesen tiendas de venta y compra de mocos, como las ha